Memorias Vaginales por Jolimar Leandry y Jeynu Nunez (2017)
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Memorias Vaginales por Jolimar Leandry y Jeynu Nunez (2017)

Me parece un ejercicio forzado el intentar ser consciente de tu respiración. Ya saben, de la expansión del diafragma. Me parece caprichoso y hasta un poco egoísta. Me llaman conformista, pero el intentar controlar todo no es lo mío. Quizás porque no me interesa, quizás porque no me sale, quizás porque solo soy una perdedora de mierda o al menos eso dice mi madre. El punto es que siento que la mística se pierde. Aunque la contemporaneidad no la busque, siento que siempre requeriremos un poco de ella, un poco del mundo espiritual. No es que sea conformista, solo poseo sueños acorde a mi curiosidad. Curiosidad que rara vez uso, pero ahí está. Como que viva, como que podrida, como un moriviví. Con espinas.


En ocasiones veo la gente hablando en la calle y me pregunto si se preguntan por su posición en este mundo o si simplemente se entretienen viéndole los penes a los bugarrones que pasan bebiendo Keystone. Me pregunto si las mismas que dicen que esfuerce mi alma y sea consciente de mi aliento son las mismas que disfrutan la sangre, los osos de felpa y los pezones hinchados cuando ejercen su parafilia. Me parece caprichoso el intentar establecer una verdad absoluta en torno a la vida. Entiendo que es parte de lo que nos define. De todo el mejunje que yace en nuestros cerebros, sin embargo heme aquí, pensando si a Dios le gusta el Rock Metal. Quizás me escondo detrás de la mística porque soy demasiado cobarde para comerme el putrefacto mundo que inhalo o quizás demasiado inteligente como para intentarlo. No sé. Me gusta más la retórica que desprende de la primera opción. Sí, la retórica. No creen?


Me levanto todas las mañanas, me lavo la boca, me visto, camino a la universidad, tomo clases, como mi almuerzo, hago mis trabajos y me voy. El próximo día me levanto en la mañana, me lavo la boca, me visto, camino a la universidad, tomo clases, como mi almuerzo, hago mis trabajos y me voy. El próximo día me levanto en la mañana, me lavo la boca, me visto, camino a la universidad, tomo clase, como mi almuerzo, hago mis trabajos y me voy. El próximo día, lo mismo. No es que sea conformista, al menos tengo paz cuando hago uso del aburrimiento. O al menos solía tenerla.


Verán, en medio de toda esta mierda de tiempo perdido existe lo que se llama "Bellacrisis". Sí, "Bellacrisis". Un derivado de nuestras hormonas que consecuentemente se convertirá en pulsaciones clitóricas, que con el tiempo se convertirán en memorias vaginales. Sí, memorias vaginales, porque nuestras vaginas tambien gustan de recordar. Nuestras vaginas también tienen historias que contar, creo. Al menos la mía. Clitóricas es un adjetivo?


En años pasados esto se conocía entre nuestras abuelitas como "Hacer el amor". No estoy segura, creo que sí, y ahí está la variable. Puedo hablar de amor, porque estoy bellaca y es algo natural. No es que sean lo mismo, solo van de la mano, pero me reservaré eso. Mi inconsciente es un poquito hiperactivo, igual mi vagina, que solo se despierta a las 10 de la noche. Todos padecen de insomnio en mi cuerpo. El amor es la variable que me tomó por sorpresa un día en el que me levanté, me lavé la boca, me vestí, caminé a la universidad, tomé clases, comí mi almuerzo y se apareció mientras tragaba un plato de arroz mojao en aguacate. Mojao en aguacate. Sí, sí es sexual.


Allí estaba. Espejuelos, labios sin color, jincha como las nalgas de un japonés albino. Mi corazón se alborota como si estuviera rompiendo una adicción en frío. Lo siento en el cuello. No, no es sexual. Lo siento en el cuello, o es solo un pedazo de aguacate que quedó retozando en mi esófago? No sé.


Al siguiente día (el primero o el segundo octubre del año) me levanto, me lavo la boca, me visto, camino a la universidad, tomo clases, como mi almuerzo y allí estaba otra vez, como una dulce mofa del diablo, como una broma. Me hizo reír.


Por alguna extraña razón mi silla está más cómoda de lo normal. Mejor me quedo sentada. Para qué desperdiciar la comodidad? Para qué?... Para qué?... Para qué?...


Siento curiosidad por saber qué tan frías son sus rodillas, qué tan ásperos son sus pelos, qué tan húmedo es su ombligo. El misticismo que la orbita me invade, pero esta vez no por preguntas existenciales, no. No por un espíritu, no por un dios, sino por su cielo. Me invade allanando las calles de mi rutina. Me despierta más temprano de lo normal, me ensaliva el vientre, me hace correr y me hace sentar otra vez al lado opuesto del terreno donde deposita sus nalgas aquella estatua que miro profundamente por tercera vez. O será por quinta? La observo como un niño perdido que no entiende que dos más dos es igual a cuatro, como una vieja verde que busca desesperada el cartel ochentoso de John Travolta. De pronto, ella advierte mi presencia. Fue la clase de mirada que no buscas que conecte con otros ojos. La clase de mirada que despierta en las mañanas junto a un cuerpo desnudo preguntándose qué hago aquí. Me vuelvo consciente, por alguna razón, de la respiración. No de la mía. De la de ella. Noto sus senos aprisionados levantarse, su clavícula clavada en el algodón que lleva por piel. No soy conformista, pero no requiero más dudas: Acaso el amor corrompe reglas empíricas, mentes subjetivas, dioses falsos, teorías físicas, rutinas aburridas, o solo soy yo siendo cobarde, viéndome atraída por un pecado inminente?


Hoy la silla está más que cómoda, pero no me vendría mal usar la curiosidad. No me vendría mal por una vez en mi vida levantarme en las mañanas al sonido de un parpadeo ajeno como aleteo desesperado de pajarito endemoniado. No soy conformista, no. No soy conformista. NO. SOY. CONFORMISTA. Qué tal si una vida con ella me despierta el capricho natural de ser humano? Qué tal si ella transpirara elixir de tiempo? Cuántos algos de la cosa no dejarían ver su esencia? Qué tal si me atrevo? Estaría cabrón, digo, recordar junto a ella una eterna bellaquera.


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