No es la cerveza la que calma la ansiedad, tampoco el aire frío que me ata al pasado, es la esperanza de sentir que el rencor me ayudará a ser mejor persona. Aquella fe, porque sé que no eres cierta, como una verdad, y si llego a dudar me hundiría en la mentira. Que fuiste reina del bistro donde me conocí, que fuiste montaña y sol sin dejar de ser luna, mas dime reina, ahora que todos los astros brillan igual que tú, qué luz tienes para ofrecer?
No le agradezco a la memoria que de puta se vende por par de lágrimas. Le agradezco a la ambigüedad que conlleva ignorarte. Porque dentro del deseo está la represión que se reguinda de la voluntad. Quizás nunca encuentre libertad, pero al menos en mi perdón no encontrarás consuelo. Y si de casualidad dejo de creer, es obvio, me veré apresurado ante la efervescencia de la cerveza que se deshace rápido en una carrera de nervios mientras el tiempo tiembla, estático, alrededor de la última molécula de hidrógeno que se te olvidó quemar.
Pero seamos sinceros, eso no va a pasar. Ni siquiera en un millón de años, ni siquiera en la segunda ronda de cervezas en este bar.
Comments