Coágulos frenando lo que propone la realidad. Eso eres. Cuando mirando en el espejo te quitas las palabras de otras salivas y te dispones a salir, sintiendo en los nudillos el peso de un Dios eslembao que se pasea sonámbulo por el limbo.
Que pasaría si te quedas en el espejo un rato más, palpando tus hoyuelos, desvistiéndote? Desnudando uno a uno tus pliegues y con las uñas penetrando tu lengua. Arrancándole la raíz, dejando que se empoce en la mandíbula todo un elixir de versos.
Tus dientes buscando morder el dolor, viñeta de mucosidad que irá deslizando su viscosidad por la clavícula hasta ir estresando la tráquea. Presionando. Dejando escapar la ventisca de lo extraño, lo que a tu cuerpo le parece raro.
Verlo fusionarse al cuero desprendido que anda vistiendo la loseta mientras los lagos de bilis hacen cascadas entre los vértices de tus curvas, entre los apéndices que cuelgan sin ninguna estrofa de donde arreguindarse. Estáticos, estoicos, serenos.
El cuarto pintándose de un enemigo abstracto, cadáver exquisito que incita a deshilar las venas que te hacen aún flotar. A mirarlas y estirarlas haciéndolas emerger desde el antebrazo cuando solo quede un ente asqueante por reflejo.
Abrirte el tórax para respirar mejor, con huesos y ligamentos a plena vista, músculos desgarrados que involuntarios van queriendo hablar, órganos calientes que van derritiéndose entre los talones, descansando como balones de agua a tus pies, coloreando el aire.
Qué coágulo detendría esta furia por vivir? Ese vómito de tripas que se hacen enfrente, seguras de su existencia al verse morir. Ese nuevo ser que se ve desde el espejo, despellejado, partido, fragmentado, nadando entre las vísceras que podría llamar arte.
Qué pasaría si te quedas en el espejo un rato más? Y de paso me das un beso, que te quiero conocer.
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