En la ironía en la que vivo hay que dejar de buscarse para encontrarse. Incluso dejar de buscar el no encontrar.
En la ironía en la que vivo tenemos que perder para valorar lo que escapó, o lo que nunca se fue pero ya está demasiado lejos.
En la ironía en la que vivo decir a gritos no es más que un silencio y el silencio es cómoda indiferencia que nos sentencia a enmudecer.
En la ironía en la que vivo se lamenta en el lamento porque se cree en nuestra posición. Y ya, nada más.
En la ironía en la que vivo el disparate es lo correcto, pero quién quiere un error? El riesgo es mejor visto cuando no debemos arriesgar nada.
En la ironía en la que vivo no hay mal que por bien no venga y la voluntad depende de la inercia.
En la ironía en la que vivo el aferrarse se llama amor porque la dependencia es egoísmo si sudamos felicidad.
En la ironía en la que vivo la ironía pasa desapercibida porque claro, quién necesita más contradicción?
En la ironía en la que vivo, permanecemos sin reconocer que existe, sin saber que en ella morimos.
En la ironía en la que vivo, la que tú ignoras, ando buscando ser como tú.
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